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“Padre, te doy gracias por haberme escuchado” (Jn 11, 41)




Desesperanza, eso es lo que veo en tanta gente que no se abre al mensaje de Jesús. ¿Cuánto dolor es capaz de soportar una persona antes de abrirse a este mensaje?

Parece injusto que, teniendo la disposición de Dios en abundancia, los hombres padezcan de esta especie de ceguera espiritual que no los deja ver a Dios ni entender su palabra.

No me canso de repetir que Dios no es una idea, es verdaderamente un Dios vivo que interactúa con el hombre cuando aprendemos a apoyarnos en El, cuando decidimos mirarlo y ofrecerle lo que tenemos, nosotros mismos.

Es casi imposible ver que cada día, cada hora, cada segundo recibimos tanto de Dios si no nos ponemos en sintonía, si no estamos atentos a lo que hace. En el tiempo, sabremos con esta actitud, aprender a reconocer cuando algo viene de Él. Despues, será todo El.

Nuestras vidas, son como una casa, que sufre deterioros con el tiempo, a veces hay un grifo al que debemos prestar atención, en otras ocasiones la humedad de una pared, un mueble roto, una lámpara que no enciende, y si no nos ocupamos inmediatamente de estas cosas, de pronto aprendemos a acostumbrarnos al daño y empezamos a vivir así, acumulando deterioros. Existen ocasiones que la casa esta tan hecha pedazos, que cuidarla o reacomodarla parece imposible. Estas heridas materiales en este ejemplo, existen también en nuestras vidas, en nuestros vínculos, en nuestra economía, en la familia, en la salud… y si no empezamos a poner atención a esto, pronto no podremos salir de los escombros. Cada herida tiene cura, todas ellas pueden sanar perfectamente.

¿Pero cómo ponemos atención sobre nuestras vidas? Conversando con Dios, poniéndonos en oración, que es así como empezamos a conocerlo, y a entrar en intimidad con El, buscándolo para que sea Él quien se ocupe eficientemente de nosotros. Si me falta la inteligencia, las capacidades para aquel trabajo, si sufro por un matrimonio que está quebrándose, si tengo un hijo que sufre enfermedad, lo pongo todo en oración. Dios se moverá hacia tu rincón, te tomará en sus brazos, y antes si quiera de escuchar tu oración, se inclinará hacia ti, curará todo lo que tengas roto y volverá todo a su estado original. Este es su trabajo, amarnos y hacer posible lo que para nosotros es imposible.

No hay nada que podamos lograr lejos de Él, y lejos podemos estar incluso los creyentes y los practicantes, se trata de la disposición que tenemos frente a Dios. Los momentos que más fruto dan son aquellos que pasamos en Su compañía, cuando aprendemos a conversar con Él, a contarle nuestras cosas, a pedirle ayuda con cada desafío. Él se alegra y da un paso al frente cuando le dices “te necesito”.

Si pudieran saber la cantidad de milagros que veo tras haber puesto las cosas en oración, el primer sentimiento que uno tiene al ver respondidas sus oraciones es un sentimiento de gratitud inmensurable hacia Dios, es una gratitud que duele, porque en el fondo sabemos que no podremos pagarle de manera alguna lo que transforma. No hay manera alguna de agradecerle suficiente, y esto es algo que me entristece profundamente, y me mueve a ponerme cada vez más a su alcance y decirle “estoy aquí Señor”.

La gente no cree que las cosas puedan ser de esta manera, y sufre, y persiste en creer que todo depende de sus propias fuerzas, nada más lejos de la verdad. Si pudieran entender lo que digo. Si supieran que la vida es mucho más fácil cuando nos tomamos de Su mano, que el milagro esta frente a ellos.

Así es como se construye una vida, ocupándonos de nuestras heridas. Poniendo cada persona que nos rodea en oración, poniendo estas situaciones al cuidado de Dios, estas enfermedades, estas limitaciones. A veces pienso que tengo demasiados requerimientos de Dios, le traigo a mis hijos, a mi esposo, a los conflictos que diariamente vivo, pero sin estas necesidades, estaría lejos de Él, a veces le pido que me tenga siempre cerca, y lo que me da son razones para ponerme de rodillas, por intenciones propias, pero también por intenciones ajenas. Así me tiene cerca, a su alcance y a la vista ¡y que fácil se vuelve la vida!


Lorena Moscoso

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